Estudios universitarios: ¿derecho o lujo?

¡Buenas tardes! Me llamo Maria y soy la nueva colaboradora, toda una amante de la comunicación y del marketing. Estudio el último curso de Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad de Barcelona. Escogí esta carrera después de intentar enamorarme de todo un surtido de profesiones diferentes, desde trabajar en museos hasta estudiar artes escénicas. En definitiva, estoy en lo que la mayoría de la gente llama “la mejor época de mi vida”: estudio lo que más me gusta, he hecho amigos para toda la vida, aprendo cosas nuevas y sugerentes cada día, conozco a gente muy interesante y de ámbitos variados, etc.

No puedo quejarme ¿verdad? El hecho es que tengo suerte. Sobre todo, si tenemos en cuenta que la formación se ha convertido en todo un lujo al alcance de muy pocos. Cada vez existen menos personas que puedan permitirse una educación universitaria y, de hecho, es así como nos encontramos a compañeros y amigos pluriempleados o que simplemente deben abandonar sus carreras y sueños de futuro por falta de recursos y ayudas.

Esta situación nos lleva a una pregunta ¿Quién debería pagar la universidad para aquellos que estén interesados en cursar una carrera? En el mundo existen diversos países que enfocan esta financiación de maneras distintas. Por ejemplo, las regiones nórdicas apuestan por los sistemas gratuitos para los estudiantes. De tal manera, el gasto corre a cargo de toda la sociedad mediante un simple sistema de impuestos sin necesidad de que sobrecargar con múltiples pagos de forma individual. De hecho, en algunos países el estudiante recibe un sueldo mensual.  Existen, no obstante, otros países en los que el alumno debe pagar la mayor parte de sus estudios mediante cuantiosos préstamos que les perseguirán de por vida. Estamos hablando claramente del sistema estadounidense, donde se entiende que el titulado es el que se beneficia principalmente de la titulación.

¿Y en España? Bueno, nuestro caso es algo parecido al modelo que se sigue en Gran Bretaña: MATRÍCULAS MÁS CARAS, eso sí, CON GRANDES, POTENTES Y MUY EFICACES SISTEMAS DE AYUDAS. ¿El resultado? Un encarecimiento de las matrículas con las ayudas mínimas. De esta manera, volvemos a la situación que muchos nos encontramos diariamente: 0 vida social, muchísima presión, trabajos de demasiadas horas y en condiciones pésimas y, lo que es peor, con cada vez menos tiempo para hacer lo que realmente deberíamos hacer, estudiar.

En definitiva, existen toda una serie de impedimentos para los jóvenes y sus familias que, al fin y al cabo, se verán reflejados en el futuro con una sociedad con menos profesionales y posibilidades de desarrollo sí el país no reacciona y ofrece mejores condiciones para sus ciudadanos. Ya se sabe lo que se dice: al final, lo barato sale caro.

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